lunes, 19 de mayo de 2014

la pregunta mas importante

LA PREGUNTA MAS IMPORTANTE


En cierta ocasión, durante mi segundo semestre en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Leí rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última: “¿Cómo se llama la mujer que limpia la escuela?”
Seguramente era una broma. Yo había visto muchas veces a la mujer que limpiaba la escuela. Era alta, de cabello oscuro, unos 50 años, pero, ¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el examen sin contestar la última pregunta.

Antes de que terminara la clase, alguien le preguntó al profesor si esa pregunta contaría para la calificación. “Definitivamente —contestó. En sus carreras ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellas merecen su atención y cuidado, aun si ustedes sólo les sonríen y dicen: ¡Hola!”

Nunca olvidé esa lección, y supe luego que su nombre era Dorothy. Todos somos importantes.








fijar metas altas

FIJAR METAS ALTAS 


Un maestro quería enseñarles una lección especial a sus alumnos, y para ello les dio la oportunidad de escoger entre tres exámenes: uno de cincuenta preguntas, uno de cuarenta y uno de treinta. A los que escogieron el de treinta les puso una “C”, sin importar que hubieran contestado correctamente todas las preguntas. A los que escogieron el de cuarenta les puso una “B”, aun cuando más de la mitad de las respuestas estuviera mal. Y a los que escogieron el de cincuenta les puso una “A”, aunque se hubieran equivocado en casi todas.
Como los estudiantes no entendían nada, el maestro les explicó: Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no estaba examinando sus conocimientos, sino su voluntad de apuntar a lo alto.


Cuando apuntamos a lo alto, estamos más cerca de nuestros sueños que si nos conformamos con pequeños objetivos.

las tres rejas de socrates

Las tres rejas de Sócrates




Cuentan que un joven discípulo de Sócrates llegó un día a la casa del filósofo y le dijo:
- Escucha, maestro. Un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…
- ¡Espera! –interrumpió Sócrates- ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
- ¿Las tres rejas?
- Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
- No. Lo oí comentar a unos vecinos.
- Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme ¿es bueno para alguien?
- No, en realidad, no. Al contrario…
- ¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
- A decir verdad, no.
- Entonces –dijo el sabio Sócrates sonriendo- si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.


Desde esta historia me surge la pregunta acerca de todas las veces que caemos en la trampa de ser transmisores de rumores acerca de personas de nuestro entorno, de nuestro ámbito laboral, social, etc. y terminamos haciendo daño a nuestras relaciones y a nosotros mismos cargándonos de emociones negativas haciéndonos eco de rumores que en la mayoría de los casos no nos constan.
Muchas veces, la costumbre de escuchar y transmitir rumores se convierte en un vicio y a partir de ese momento también nos convertimos en generadores de rumores, ya pensamos en concordancia con ellos.
Por eso te propongo atender especialmente a lo que decía Mahatma Gandhi:
Ten cuidado con lo que piensas, porque de ahí vienen tus palabras.
Ten cuidado con lo que dices, porque de ahí vienen tus acciones.
Ten cuidado con lo que haces, porque de ahí vienen tus hábitos.
Ten cuidado con tus hábitos porque de ahí viene tu carácter.
Ten cuidado con tu carácter, porque de ahí depende tu destino.

Y nuestro destino no está escrito, lo escribimos nosotros a cada instante!

viernes, 16 de mayo de 2014

el tazon del abuelo

El Tazón del Abuelo




El abuelo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de cuatro años. Sus manos temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban. El abuelo y su familia se reunían todos los días para comer; pero sus manos temblorosas y la vista enferma le causaban dificultades para alimentarse. La comida caía de su cuchara al suelo y, cuando intentaba tomar el vaso, derramaba el contenido sobre el mantel.
El hijo y su esposa se cansaron de la situación. "Tenemos que hacer algo con el abuelo", dijo el hijo. "Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo".  Así que el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba a la hora de comer. Como el abuelo había roto varios platos, su comida se la servían en un tazón de madera. De vez en cuando, miraban hacia donde estaba el abuelo y podían ver algunas lágrimas sobre su rostro triste, mientras intentaba alimentarse solo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida.
El niño de cuatro años observaba todo en silencio.
Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con unos trozos de madera en el suelo. Le preguntó: "¿Qué estás haciendo, hijo?" Con la misma dulzura el niño le contestó: "Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando sean como el abuelo, yo les pueda servir la comida en ellos. Sonrió y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon muy fuerte a sus padres, quebrantando sus corazones de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y a pesar de que ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer.
Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia. Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa junto a ellos. Y, por alguna razón, el matrimonio no se molestaba más cada vez que el tenedor se caía, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel. 

Los niños son altamente perceptivos. Sus ojos observan, sus oídos siempre escuchan y sus mentes procesan todos los mensajes. Si ven que proveemos un hogar feliz para todos los miembros de la familia, ellos imitarán esa actitud por el resto de sus vidas. Los padres y madres deben escucharlos, ya que muchas veces Dios nos quiere llamar la atención o decirnos algo a través de ellos, no seamos orgullosos pensando que sólo son niños, tengamos la suficiente sabiduría para analizar y meditar el mensaje que un niño nos puede dar. Seamos constructores sabios y modelos a seguir.

He aprendido que la actitud y las palabras de un niño, pueden cambiar una vida. He aprendido que aún tengo mucho que aprender. 



"Cuando derramas amor, las personas que lo reciben jamás olvidarán lo que les hiciste sentir” y habrás logrado lo más hermoso: la sonrisa y la aprobación de Dios”

EL IMPONENTE ELEFANTE Y LA CADENA PEQUEÑA

EL IMPONENTE ELEFANTE Y LA PEQUEÑA CADENA





 “Tanto si crees que puedes, como si crees que no puedes, estás en lo correcto”
- Henry Ford
Toda la tarde habíamos visitado desde al más simpático chango hasta al temible tigre blanco, en peligro de extinción. Estábamos disfrutando de un paseo por el zoológico. Y ahora nos encontrábamos ante el imponente elefante.

Mi pequeño sobrino de 6 años estaba fascinado con aquel enorme animal, en lo particular, siempre me han llamado más la atención los tigres y los leones, en general los felinos. Nunca había apreciado, ni sabía mucho de los elefantes.
Habíamos contratado un guía llamado Juan, quien hizo amistad inmediata con mi sobrino, ya que le preguntaba insaciablemente sobre cada animal que visitábamos.
Yo también estaba interesado en las respuestas, ya que estaba entendiendo a los animales mejor que nunca, a través de la ingenuidad y libertad con la que un niño pregunta.
¿Qué tan grande es? ¿Cuánto pesa? ¿Qué tan rápido corre? ¿Es más fuerte que el Gorila? (en ese momento, el ex-favorito del recorrido) – preguntaba mi sobrino.
Juan, amablemente contestaba a cada una de las preguntas, mientras yo asistía como si tuviera todas las respuestas y estuviera vigilando a nuestro guía para que no le fuera a “mentir” a mi sobrino…
“El elefante es el animal terrestre más grande del mundo, pesa tanto como 100 humanos juntos.”-dijo. “Es tan fuerte que con su trompa puede arrancar árboles enteros. Realmente, ningún animal se atreve a enfrentarlos cuando están en manada. Son demasiado fuertes, ¡más que el gorila! Para darte una idea, el gorila es tan fuerte como 30 personas y el elefante como 130” –le comentó a mí sobrino.
Debo confesar que aunque sabía que el elefante era muy fuerte, el dato de Juan no me convenció. En un mano a mano, le hubiera apostado al gorila sin pensarlo dos veces. Hice un apunte mental para verificar el dato más tarde.
Mi sobrino estaba fascinado con los nuevos conocimientos (yo también). El resto del recorrido ya no fue igual. Para mi sobrino, había un ganador, el imponente elefante.

Seguramente se quedó pensando en ellos porque al final del recorrido, de repente, lanzó su última pregunta a Juan…”No lo entiendo, el otro día fuimos al circo y los elefantes estaban amarrados con una cadena muy pequeña. ¿Si son tan fuertes, por qué no se escapan? ¿Les gusta estar ahí? No creo, porque están encadenados, aquí estarían más felices”.


arreglando el mundo

ARREGLANDO EL MUNDO



Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo, estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos.
Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar.
El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado.
Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención.
De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie.
Entonces calculó que al pequeño le llevaría 10 días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente: -Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo.
Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que, a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes.
Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño.
Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo:
- Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste?

- Papá, respondió el niño; yo no sabía como era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di vuelta los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía como era. “Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y vi que había arreglado al mundo”.
Moraleja: “Cuando no consigas solucionar un problema de manera directa, búscale la vuelta”

martes, 13 de mayo de 2014

dar y perder la vida




Hace muchos años, cuando trabajaba como voluntario de un hospital, conocí a una niñita llamada Liz que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse, era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Yo lo vi dudar por un momento, antes de tomar un gran suspiro y decir:

- “Sí. Lo haré si eso salva a Liz. Le voy a dar mi sangre para que ella viva."

Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente. Mientras nosotros los asistíamos, y veíamos regresar el color a las mejillas de la niña, de pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa:

- “¿A qué hora empezaré a morir?”

El niño no había comprendido al doctor, y pensaba que tenía que darle toda su sangre a su hermana para que ella viviera, y creía que él moriría... y aún así había aceptado.